Geografías de lo femenino

Hablemos de mujeres. Porque las novelas de Jane Austen componen un detallado mapa de la identidad femenina; mejor dicho, de las “identidades”, ya que, en el caso de Mansfield Park, no aparece solo una mujer, sino todas, como en un desfile interminable. Ahí está, por ejemplo, la tía cotilla, entrometida e incómoda como el desnivel en el que una y otra vez tropezamos; o la madre lánguida y pueril, que sestea en su canapé de raso. También la muchacha frívola o aviesa. Y las hermanas hipócritas y la heroína bondadosa que nos reconcilia con lo humano.

Es de esta última de la que más satisface hablar porque Fanny, como se llama la protagonista, representa con encanto el eterno femenino. Recoge, al igual que un espejo amplísimo y diáfano, todo lo que nuestra experiencia nos ofrece de modo separado o aislado: delicadeza, virtud, belleza o una bondad a prueba de tentaciones, acendrada, incólume.

Lee Mansfield Park si:

  • -Deseas percatarte de la fuerza de la bondad
  • -Quieres conocer mejor la psicología humana
  • -Buscas una novela de amor profunda e inolvidable

 

Hay, en Fanny, sensibilidad y finura moral, la suficiente para contrarrestar las imposturas y las tragedias, la necesaria para que este mundo, que pende de un hilo, no caiga en el desastre de la desesperanza. El personaje de Austen es lo más parecido a Cenicienta que existe en la novela romántica, pero muestra más verosímilmente que Disney cómo cunde y fructifica -poco a poco, como si se tratara de una simiente que madura, mansa, vigorosa, bajo la nieve- los frutos del bien.

Fanny es un tierno carril o una blanda fusta, imperceptible, que encauza, con suavidad, y conduce a quienes la rodean -al malo y al menos bueno, a la contendiente soberbia, a la compañera grosera- hacia su mejor versión. Es tan honesta que ni se permite pensar mal de quien la ultraja a propósito.

Mansfield Park es paradójica por dos motivos: primero porque, aunque empieza con la llegada de una Fanny desvalida y pobre a casa de sus afortunados tíos, en realidad, es la pobre sobrina la que les ayuda a ello, engreídos, a encaramarse hasta las colinas del bien. En segundo lugar, seguramente la manera en que la contraposición entre Crawford, altiva, y Fanny se desdibuja, es el sagaz medio que emplea Austen para revela que la corrupción moral -sea cual sea- es débil, que fracasa ante el empuje arrebatador del bien.

Las novelas de Austen son románticas y costumbristas, pero los adjetivos pueden llevar a engaño. No: no hay emotividades desatadas ni siquiera reivindica frívolamente las tradiciones obsoletas. Todo lo contrario, porque esta novelista, bajo formas suaves, ha hecho más por emancipar a la mujer que el feminismo radical, que se ha limitado a masculinizarla burdamente.

Palabra de Jane Austen

  • La contemplación como terapia moral : «Cuando contemplo una noche como ésta, tengo la sensación de que ni la maldad ni el dolor pueden existir en el mundo; y es seguro que de ambas cosas habría menos si se atendiera más a la sublimidad de la naturaleza y la humanidad llevara su mirada un poco más allá del círculo de mezquindades en que se encierra, contemplando un espectáculo como este».
  • La memoria: «Si algunas de las cualidades de nuestra naturaleza puede considerarse más maravillosa que las demás, yo creo que es la memoria. Parece haber algo más incomprensible en el poder, en los fracasos, en las irregularidades de la memoria que en cualquier otro aspecto de nuestra inteligencia. La memoria es a veces tan fiel, tan servicial, tan obediente y, otras, tan veleidosa, tan austera… y otras aún, tan tiránica e ingobernable. Somos un milagro en todos los aspectos, pero nuestra facultad de recordar me parece algo particularmente insondable».

Lo más censurable del feminismo ideológico no es que haya empleado a la mujer, a modo de ariete, para derribar puertas casi siempre abiertas, sino que haya difuminado su identidad con los trazos gruesos de la política. Irónicamente, las batallas identitarias diluyen el yo, destruyen las peculiaridades tanto de ellos como de ellas, resaltando, sobre la fecunda diversidad de los pronombres, la oquedad -pobre, pobrísima- de lo neutro.

Como hoy muchos varones se sienten amenazados por el radicalismo y numerosas mujeres no se reconocen en las banderas que blanden quienes presumen de defender sus derechos , resulta más necesario que nunca reeditar y leer -sobre todo leer- a Austen. Gracias a ella, nuestros espíritus, enfermos de confusionismo, quizá alcancen a aprender que hay dos declinaciones -maravillosas, complementarias- de lo humano y que renunciar o posponer o humillar una de ellas nos deja, simplemente, tullidos, renqueantes. Asimismo, en los viajes que nos propone comprendemos que las revoluciones, cuando son buenas o pertinentes, se pueden hacer con guantes de seda rosa.

La escritora inglesa indicó, aunque de modo velado, cuál es la vía que ha de tomar siempre el itinerario de la emancipación, la femenina o cualquier otra. Y tampoco es que sea un secreto: invita a aprender, a cultivarse, a salir en busca de lo que el mundo depara, a leer, a ser uno mismo, es decir, a liberarnos con inteligencia de nuestras ataduras.

Aunque pudiera parecerlo, no hay en Austen sentimentalismo ni amor edulcorados. Si se tiende a pensar así es porque tenemos el alma llena de callos, porque nuestra interioridad se halla atosigada por la podredumbre moral y la mezquindad estética. Si pensamos, tal vez, que sus personajes resultan algo naif e ingenuos es porque, por desgracia, se adherido a nuestra tradición una herrumbe ruin que ha sofocado brillos y resplandores.

En Mansfield Park no hay sorpresas, ningún recodo narrativo que nos pille desprevenidos. Es como una sinfonía que sabemos cómo concluirá. Eres consciente de a dónde conduce el viaje, de lo que cada uno de los protagonistas siente, de quiénes se amarán, acaso sin saberlo o sin confesárselo, para siempre. Nada de eso resta interés al libro; a pesar de lo previsible que es, uno desea enredarse en la trama y leer y leer, como cuando regresamos al hogar atravesando las mismas calles o nos obstinamos en escuchar una y otra vez una única canción. Son esas las lealtades, lozanas y dulces, que suscita siempre lo que es bello, familiar. O perfecto.

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Grandes libros es un blog de Aceprensa, un medio de comunicación fundado en 1970 y especializado en el análisis de tendencias sociales, corrientes de pensamiento y estilos de vida.

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