Los Buddenbrook, inolvidablemente trágicos

Acabadas las vacaciones, regresan las lecturas al blog, que se actualizará mensualmente, como era su propósito principal. Lo reanudamos con un gran libro indiscutible: Los Buddenbrook.

Al otro lado del océano andan buscando la gran novela americana y uno se da cuenta de que aquí, en la vieja Europa, disponemos de obras que, por sí mismas, justifican una larga tradición literaria. Podría ser el caso de Los Buddenbrook que, aunque no es la mejor de Thomas Mann, tiene la factura clásica y buena prosa a las que todo escritor aspira, pero pocos alcanzan.

Mann había pasado ya la veintena y se decidió a novelar, sin cobardía, la historia de una familia burguesa en una Alemania llena de altibajos económicos y políticos. Al principio, pensó que su imaginación cabía en un relato; ahora bien, la novela río fluyó y fluyó hasta configurar la densa corriente que es Los Buddenbrook.

Lee Los Buddenbrook si quieres

  • Comprender los conflictos de la familia burguesa
  • Adentrarte en un universo literario monumental
  • Saber lo que es una novela clásica

Son tres las generaciones que se suceden en esta familia de comerciantes que aprovecha la modernidad burguesa para hacerse un nombre en una localidad que sabemos que es la Lübeck natal de Mann. Como en mil páginas hay tiempo para todo, en estas cabe un universo, descrito y perforado con mano magistral y sabia por Mann.

Sorprende, entre otras cosas, el pulso narrativo de alguien tan joven: estrictamente hablando, Mann no escribió novelas de ideas -por mucho que La montaña mágica esté repleta de hondas reflexiones y vericuetos filosóficos, hay ritmo, quizá lento o parsimonioso, pero ritmo, al fin y al cabo- y pocas veces alcanzó, como en este fresco familiar, una unión tan perfecta y armónica entre la narración de hechos y la efervescencia reflexiva.

La burguesía triunfante en el XIX fue presa de sus propias paradojas: es esto lo que se plasma en la obra. Por ejemplo, la nueva clase quiso instaurar un sistema exclusivamente meritocrático y dar fuerza al individuo, pero al final este no quedó más que como un engranaje -un eslabón, le dice a Thomas Buddenbrook su padre- de la maquinaria comercial. Por eso, toda novela moderna tiende a acabar en tragedia, a exacerbar el conflicto entre el yo, con sus impulsos, y la responsabilidad social, con sus compromisos mundanos.

Palabra de Thomas Mann:

  • Los valores burgueses: «Nosotros, la burguesía, el tercer estado, como se nos ha llamado hasta ahora, queremos que solo existe una nobleza cimentada en los propios méritos, no reconocemos a la nobleza ociosa, nos negamos a aceptar el sistema de clases imperante…Queremos que todos los hombres sean libres e iguales».
  • El poeta y el comerciante: «La rectitud, el equilibrio, es lo principal para mí. Siempre habrá personas en las que esté justificado ese constante interés por sí mismas, esa constante observación de sus sentimientos: poetas capaces de recrear una vida interior privilegiada en acertadas y bellas palabras. Pero nosotros no somos más que simples comerciantes».

La gavilla de personajes que recorren la casa familiar constituye casi un escenario de estereotipos: desde la hermana enamoradiza y romántica que renuncia a la pasión por el buen nombre de su linaje -y aunque la decisión la arrastre a una existencia miserable, desgraciada- hasta el último vástago -el sensible Hanno– en cuyo interior la vocación estética lucha inmisericordemente con los valores más pecuniarios…y degradantes. En esta saga no hay lugar -o muy poco- para el amor, pues este tiende a desequilibrar lo que el tesón y el interés han armado.

Mann se limitó a reflejar en la obra -magnífica, inolvidable- sus propias tensiones; también él luchó contra sus deseos, viendo dibujado su turbio destino en la batalla interior que protagonizan los personajes. También su familia se deslizó por la resbaladiza pendiente del drama. En lo relacionado con Mann, siempre asistimos a una guerra entre el anhelo de belleza y las obligaciones. No hay más que asomarse a la psicología de muchos de los personajes que pueblan la casona familiar de Lübbeck para aprender de cerca la forma tan visceral, tan sangrante -tan, en fin, implacable y encarnizada- que adquiere, casi siempre, el duelo entre el ello y el super-yo.

A Thomas Buddenbrook, que es quien toma las riendas de la empresa familiar y la guía en la tormentosa época anterior a Bismarck, le pesan demasiado las exigencias de cada día. Tiende a la melancolía y comparte el clima destemplado y calimoso de las ciudades del norte de Alemania. Hay, en el fondo, mucha frustración, una frustración que nace de su conciencia trágica. Es este uno de los temas más recurrentes en la novelística alemana: la idea de que, hagan lo que hagan los personajes, la fatalidad se halla a la vuelta de la esquina, lista para descerrajarles un tiro y acabar con ellos. O sea, que la seguridad burguesa es como un azucarillo y se disuelve con facilidad al menor contacto con un líquido.

Por otro lado, desde el punto de vista filosófico, este novelón ayuda a comprender la situación de un mundo ya acabado: el mundo de la responsabilidad burguesa. Fue D. Bell quien analizó su conclusión, en un ensayo tan enjundioso como olvidado: Las contradicciones culturales del capitalismo. Si se estudian, a la par, el libro de Bell y la novela de Mann, se llegará a la conclusión de que el hedonismo posmoderno no es más que la espita que permite descargar presión al infierno del imperativo kantiano.

Para que se entienda bien: el formalismo germano, la escrupulosidad moral y -en ocasiones- la hipocresía eran losas tan pesadas que o bien los individuos sucumbían a ellas o se decidían a rebelarse. Es este el telón de fondo de Los Buddenbrook. El capitalismo tardío corta ese nudo gordiano de la manera más abrupta, haciendo al individuo un puntual y meticuloso burgués por la mañana y un sujeto voluptuoso y sensual, sin restricciones, por la noche.

Mann apunta el desencanto moral de la burguesía. Es como si, a la par que perfila la tragedia entre la belleza y el deber, quisiera enseñarnos lo lejos que estaba el mundo de los negocios de sus raíces morales. Cuando se pierde de vista que el trabajo no es solo cumplir un conjunto de exigencias extrínsecas, sino un camino para realizarse, se está abocado inexorablemente al fracaso. Lo mismo ocurre cuando, en lugar de dueños, somos como juguetes en mano de un deseo excesivo y nos dejamos llevar por él, sin encauzarlo. Una vida tiene los tintes de la tragedia clásica.

  • Para saber más:
  • Th. Mann, Los Buddenbrook (DeBolsillo, 2021).
  • Th. Mann, La montaña mágica (DeBolsillo, 2020).
  • Th. Mann, Relato de mi vida (Hermida, 2016).

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Grandes libros es un blog de Aceprensa, un medio de comunicación fundado en 1970 y especializado en el análisis de tendencias sociales, corrientes de pensamiento y estilos de vida.

Un comentario

  1. Acabadas las vacaciones, regresan las lecturas al blog, que se actualizará mensualmente, como era su propósito principal. Bellas palabras pero volvemos a los retrasos ya crónicos. Esta informalidad deja mal parada la seriedad de Aceprensa

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